(Elvis Attack) La historia empieza, más o menos, en 2007 o 2008. Empieza en el momento en que el rock se terminaba de disolver en el indie, en que la industria sufría una mutación definitiva y el sonido de las bandas se volvía cada vez más pequeño, más inocuo y horizontal. La música joven había perdido el podio de la cultura popular y ya nunca ejercería la influencia que había ejercido durante cinco décadas. El cambio era audible.
Pues bien, La Bundesliga nace en ese contexto. Era, en parte, la expresión de una antipatía o una incomodidad ante algo que, de todos modos, ya era irreversible. Entre simples y shows en vivo, sus canciones lograron salir a luz en 2011 y luego, por motivos personales, profesionales y, por supuesto, musicales, callaron durante diez años.
Hoy vuelven todas juntas, reformuladas y regrabadas, y basta escuchar el tema que abre el disco para entender lo que La Bundesliga buscaba hace ya diez años: novedad, rigor y vigor en lo sónico y lo compositivo. Fuerza, en una palabra. Lo deja en claro ese primer instrumental y también el último, que es su espejo y redondea un álbum simétrico. Siete canciones que se hunden en el medio, «En la oscuridad», donde los sintetizadores hacen lo que las ondas del mar en la noche. A uno y otro lado de ese tema central, dos pares de canciones más, dos que son frenéticas y dos que son como un sueño. Y luego, en los extremos, los instrumentales, que terminan de perfilar la fisonomía de la banda. Todo esto es pop con música clásica, con romanticismo alemán: La Bundesliga viene de esa tradición y piensa más con las teclas que con las cuerdas. De ahí el nombre. De ahí los sintetizadores, que son como una mezcla de pasado y futuro. De ahí también la autoridad y la urgencia, el baile y la circunspección, la ironía o el humor melódicos que animan la solidez de estas canciones. Es todo un gran contrapunto. Y si hay más sombra que sol es porque la música siempre resuena en lo hondo. Estas canciones están hechas para perdurar.
La Bundesliga nació en 2011 y lanza hoy, en 2021, su primer LP. Hay algo de ciclo cósmico pero también de duda, demora y, finalmente, decisión. O quizás ese haya sido el ciclo… En fin, nada nuevo en el mundo de la música. Es propio, además, de un proyecto paralelo: Francisco Stuart y Pablo Valle, dos miembros de lo que entonces era Nikita Nipone, buscaron por su lado otro sonido, otro tipo de canción con otro tipo de instrumentos, algo distinto no solo de la que era su banda principal sino, en la medida de lo posible, de lo que sonaba por ahí. Un esfuerzo por hacer una música futurista y frontal, clásica y emotiva. Los años, creemos, no han mermado su fuerza.
Algunos pocos llegaron a ver sus primeras encarnaciones, hecha de amigos viejos y nuevos; llegaron a escuchar los simples que anticiparon este disco y a bailar en las fiestas donde La Bundesliga tocaba para el asombro y la alegría de todos. Algo de esos días vuelve aquí, vuelve ahora. La Bundesliga quiere que haya más.
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