(Geiser Melisa Lipnizky – LIPY) En este tercer y nuevo álbum, Feli Colina retruca sus raíces y lleva su imaginario al extremo. Ese mundo nutrido por una fantasía criolla que con su poesía interpela directamente la realidad de hoy en día, da luz a doce nuevas canciones. “El valle encantado” es un viaje por los orígenes de Feli. De ahí, de sus raíces, la cantante salteña toma lo que quiere para reinventarlo, para darle una nueva vida a la música latinoamericana. Uno no elige donde nace, pero sí toma de su contexto lo que puede/quiere y a su manera.
Si hablamos de obras conceptuales en los últimos años, es imposible no mencionar a la cantante. En 2019 Feli Colina viajó a Londres a grabar su álbum «Feroza», que con su oscuridad y ternura generó un quiebre tanto en su carrera como en la escena local. Tres años después, presenta “El valle encantado”, una nueva pieza que sigue expandiendo el territorio de la música argentina y que oyendo el pasado y previendo el futuro, resignifica y cuestiona la autóctono.
“Le pido en un grito al cielo que me regale una prosa”
“El disco empieza con una plegaria, con un pedido explícito a la musa. Le pido que aparezca, pero sabiendo que «los estados más divinos se pierden cuando los busco». Le rezo (y casi le exijo) a la Música, contándole lo que me genera su presencia y cuánto la necesito. Varias veces me preguntaron sobre mi proceso de composición, y una de las primeras frases de esa canción es para mi la forma más clara de explicarlo. Es un paseo de este a oeste por los pies de una fosa (supongo, mi inconsciente) que me revela cosas que balbuceo entre dientes. Cuento tambien que a mis penas se las ofrendo, que ejercer la inspiración como oficio es un camino duro pero al que le vengo ofreciendo la vida hace varias vidas porque así lo prefiero”, resalta la música Feli Colina.
“El valle encantado” ofrece un paisaje sonoro tan hermoso como simple: guitarras criollas, pianos acústicos, percusiones misteriosas y voces desgarradas. La producción estuvo en las manos de Feli Colina y Baltazar Oliver y contó con la grabación de su banda actual: Martin Misa (percusión/coros), Manuel Figuerero (percusión/coros), Baltazar Oliver (piano/coros), Agustin Colina (bajo/coros).
Como una especie de roadtrip por el universo poético de Feli Colina, cada canción de este álbum es una parada en el Valle y a su vez, cada una carga con un sentido propio que le da cuerpo al álbum completo. Además, cada canción está acompañada por su propia tapa. Las fotografías fueron realizadas por Inti Patron.
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