Dos hinchas se conocieron en la Antártida para un recital de la banda que toca este sábado en la Argentina y hasta compitieron en un concurso de banderas. Son amigos desde entonces.
La frase increíble pero real está un tanto bastardeada de lo mucho que se la utiliza. Pero… crea que la historia que están a punto de leer encaja a la perfección. La nota se contextualiza con el recital que Metallica dará este sábado en el Campo Argentino de Polo luego de llegar desde Chile; ya no quedan entradas.
Solo quien es fan de una banda -sobre todo extranjera, porque las chances de verla no abundan- sabe qué significa presenciar un recital y, más que eso, poder tener cerca a los músicos, llevarse una foto, un souvenir. Bueno, todo eso es parte de este cuento de hadas de metal convertido en realidad para Mauricio Martino y Matías Goletto.
Ellos son hinchas de Central y Newell’s, que en el 2013 ganaron un concurso de Coca Cola Zero apenas para 19 fanas cuyo premio era ir a ver a Metallica en la Antártida. ¿Difícil? Martino, que es de Central con un apellido inconveniente (de chico me decían Tata, y me daba bronca, confiesa), lo afirma: “Era por Twitter y ni lo tenía yo, así que me abrí uno pero pensaba que estaba todo arreglado, que no había chances”.
Matías, al lado y también con la camiseta del equipo de sus amores, agrega en Zoom con Olé: “Cuando vi que había un rosarino, y encima de Central, supe que era imposible que fuéramos dos, no había chances”.
Lo increíble es que entre solo 10 argentinos seleccionados, ellos quedaron. “Mirá lo enfermos que somos de fútbol, que éramos los únicos que llevamos las banderas de los equipos”, confiesa Goletto.
Los ganadores del concurso más la crew de Metallica viajaron en barco desde Ushuaia a la Base Carlini, ubicada en el sector reclamado por Argentina del Continente Blanco. Por las tormentas y el viaje complicado, parte del equipamiento -paneles solares sobre todo- se rompió. Eso, más las inclemencias del tiempo, ponían en riesgo el show…
Sin embargo, el 8 de diciembre del 2013, hasta salió el sol en la Antártida para recibir a la banda metalera que había llegado en avión desde Punta Arenas, Chile, y tenía un piso reservado en el barco más horarios exclusivos para comer. “Pero cuando vieron que estaba todo bien -cuenta Martino- liberaron todo y nos podíamos cruzar”. Agrega Goletto: “Yo estaba tomando una copa de vino en el bar del barco y se me acercó Trujillo y me preguntó de qué era la camiseta que tenía. Ahí le conté que era de Ñúbel, que había salido campeón”.
Para no dañar el ecosistema y el ambiente natural, el recital fue atípico: ni los instrumentos ni las voces se amplificaron, sino que se escucharon mediante auriculares, por línea. O sea que el sonido ambiente apenas se tradujo en golpes a la batería de Lars Ulrich, la voz de James Hetfield, los rasgueos a la guitarra de Kirk Hammet y lo generado por los dedos furiosos dándole a las cuerdas del bajo de Joe Trujillo.
El recital se encapsuló, además, dentro de un domo instalado en el helipuerto de la base, con lugar para unas 100 personas. Los ganadores de la promo estaban cara a cara con la banda. Lo que todo fan sueña. Sí, increíble pero real…
Las banderas ganadoras
Por si faltara algo, además de fotos, púas y palillos del baterista, los rosarinos cuentan una anécdota que los llenó de rock y felicidad. La noche anterior al show, el asistente de Hammet les pidió a los fanas que colgaran sus banderas en el domo para que el guitarrista eligiera cuál se llevaría al estudio de la banda en San Francisco. Hubo dos finalistas… Las de Mauricio y Matías. Ganó la del Canalla, en la que el Leproso intervino escribiendo el nombre de la banda de quien terminaría siendo su amigo (Traxión Etílica), además de un “Metallica”.
¿Qué fue de la relación de ellos? “Nació una amistad que ya tiene nueve años”, afirma Goletto, quien, cuando su amigo toca, le va a hacer “el aguante”.
Ahora… que un hincha de Central (viene al recital del sábado) y uno de Newell’s (necesita una entrada que no pudo comprar porque ya se habían agotado), con el clásico tan picante, sean amigos, ¿se puede? “Sí, lo único que hacemos es no hablar de fútbol”, dan la receta a coro. ¿Increíble? Real.
(Olé)
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