La poeta y crítica, gran especialista de Sade, siguió comprometida durante toda su vida con la exploración de los rincones más inquietantes de la experiencia humana. Murió el lunes 29 de julio, a los 81 años.
El surrealismo cumple 100 años y Annie Le Brun ha muerto. Fue una de las últimas representantes, fiel al movimiento durante toda su vida, perseverando hasta el final en el espíritu de rebelión que llevó a Breton a fundarlo en 1924. La poeta y crítica falleció el lunes 29 de julio, según supo Gallimard este jueves 1 de agosto. Tenía 81 años. En Instagram, el escritor Jean-Baptiste Del Amo expresó su “gran tristeza”: Annie Le Brun fue una “inmensa pensadora de nuestro tiempo. Ella fue uno de los últimos vigías ante nuestra estupidez colectiva, el desencanto del mundo y los sepultureros de la poesía”.
Nacida en Rennes el 15 de agosto de 1942, Annie Le Brun conoció a André Breton en 1963. Al igual que su amigo, el pintor Toyen, rápidamente pasó a formar parte del círculo de familiares del poeta, hasta su muerte en 1966.
Surrealista de tendencia tormentosa, Le Brun publicó posteriormente, sobre Sade, Hugo o el mundo de la cultura, textos que sorprenden por su penetración y radicalidad, sumergiéndose directamente en los rincones menos ilustrados de la literatura en particular y de la experiencia humana en general. Casi cada uno de sus libros ilustra una contracorriente que ha hecho que la gente se estremezca. Dejarlo todo, en 1977, luego Vagit-Prop, en 1988, desmanteló “la fascinación por los sistemas totalitarios, la fraternidad cretinizante y la mutilación de la imaginación amorosa” (las palabras son de su editor, Jean-Jacques Pauvert) en curso en el “neofeminismo” de su tiempo. Lo admitió ya en 1977 en Láchez tout: “Los enfrentamientos habituales entre hombres y mujeres apenas me preocupaban. Mi solidaridad se dirige más bien a quienes abandonan los roles que la sociedad les había preparado. Más recientemente, atacó la profusión de imágenes vertidas en las transmisiones de nuestros teléfonos, que describió como una “pandemia digital” (Ceci acabará con eso. Imagen, mirada y capital, Stock, 2021).
Una crítica rebelde
Cualquiera que estuviera presente en su presencia sólo podía sorprenderse por su carisma rayano en ocasiones en la dureza, por el aura que la rodeaba y por esa mirada tan penetrante como crítica hacia el mundo actual y su literatura. “Tuvimos la impresión de encontrarnos con alguien que pertenecía a otra realidad”, recuerda Jean-Baptiste Del Amo a Libé. Inclasificable e iconoclasta, Annie Le Brun sigue un solo motivo a lo largo de su vida: descubrir la belleza allí donde se encuentra, y «no aquella que intentan vendernos a toda costa», denuncia con sus propias palabras en voz baja. un timbre frágil sobre France Culture, con motivo de la publicación de su ensayo Ce qui n’a pas de prix (Stock), en 2018. Este libelo ataca la mercantilización de las imágenes, en particular a través de los vínculos sulfurosos entre las finanzas y el arte contemporáneo.
Una manera de no sólo comentar el mundo como un cascarrabias sino de actuar en él y participar plenamente en él, Annie Le Brun interpreta de vez en cuando a la curadora invitada de la exposición, asumiendo el trabajo de Toyen en el Museo de Arte Moderno. de la ciudad de París en 2022 o –obviamente– de Sade en el Museo de Orsay en 2014. Sade, cuya lectura renueva mostrando cómo esta escritura del cuerpo es ante todo una apertura hacia lo imaginario. Para la crítica rebelde, el arte y la Belleza son, en términos más generales, una forma de romper con lo que es para crear alternativas a lo que el capitalismo nos presenta como la única posible. Así es como ella, que tanto vivió y amó Mayo del 68, no duda en castigar a aquellos del sesenta y ocho que, según ella, renunciaron a sus ideales revolucionarios. El escritor siente pasión por el activista y geógrafo Elisée Reclus, se lleva bien con Guy Debord, se mantiene siempre en las fronteras del “sistema” y no busca protagonismo, aunque eso signifique, en última instancia, permanecer poco conocido para el gran público.
«Escribo como quien fuerza una puerta»
La anarquista tiene el sentido de la fórmula y el arte de entrelazar poesía y política en su práctica, para ella siempre inseparable. Despliega su pasión por las imágenes también en una escritura hecha de aberturas, lagunas y proyecciones, de la que recordaremos por ejemplo: “Es a lo perdido a lo que nunca habré dejado de apostar” (De l’ distraught, 2000), “ Escribo como quien fuerza una puerta” (Appel d’air, reflexión sobre la poesía, 1988) o incluso “hablé sin exclamaciones, mi viaje no estuvo exento de fragmentos de vidrio” (Sombra para Sombra, 2002).
Comparándola con la otra Annie, Ernaux, cuando ésta recibió el Premio Nobel, el escritor Patrick Autréaux observó: “Le Brun me liberó menos que me hizo libre para acoger a este je-ne-sais-lo que hay de oscuro en mí, y no tenerle miedo”.
A principios de 2024, reapareció en Poésie/Gallimard una colección de sus poemas. El muy acertadamente titulado Ombre pour ombre reúne sus colecciones de poemas, recopiladas inicialmente en 2002. La primera, Sur le champ, fue publicada por Editions Surrealistes en 1967. La última, Pour ne pas en fin avec la representación, está fechada en 2002. La primera frase de “Premier cerne” de Sur le champ, Le Brun ya nos llevaba a contracorriente: “No sé adónde voy pero sé lo que desprecio. No te rías, no sabes nada mejor”.
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