El encuentro puso en escena una lectura vernácula de la movida independiente internacional. También actuaron The Blaze, Devendra Banhart, Crumb y Alvvays.
Volvió el Festival Music Wins. Pese a que habían pasado seis años desde que se había hecho por última vez, su idiosincrasia se mantuvo fiel a la de sus otras dos ediciones. Se trató de la segunda ocasión en 2022 en el que la ciudad se convirtió en epicentro mundial de la música independiente. La primera sucedió en noviembre pasado con el debut del Primavera Sound en la agenda local de encuentros musicales masivos. Sin embargo, mientras aquel devino en una traducción de una marca española, lo que sucedió el sábado fue una lectura vernácula de una movida de escala internacional. Eso quedó en evidencia en su programación, aunque el diálogo entre artistas nacionales y foráneos hubiera estado en igualdad de condiciones si esa curaduría exquisita se hubiese atrevido a poner a algún criollo en calidad de cabeza de cartel. Más ahora que la escena argentina atraviesa su mejor momento.
Quizá la única que ocupó ese lugar, básicamente por el escenario en el que actuó y el horario que le tocó, fue Zoe Gotusso, quien tuvo un fabuloso año de exposición que incluyó una gira iberoamericana y shows de apertura para artistas de la talla de Coldplay. Mi Amigo Invencible también estaba a la altura de las circunstancias para cumplir ese rol, especialmente tras la salida de Isla de oro, uno de los mejores discos nacionales de este año. Pero terminó presentándose en un escenario secundario y por poco más de 10 minutos, debido a inconvenientes técnicos propios del lugar. Fue el batacazo que no sucedió, en plena era de batacazos. O al menos eso fue lo que se instaló en el Mundial de Qatar. Y ese espíritu estuvo latiente en las instalaciones del Club Ciudad de Buenos Aires, predio festivalero por excelencia recuperado por esta versión del Music Wins.
Durante su performance, Metronomy dio constancia de cómo el máximo torneo futbolero desata pasiones en todo el planeta. Luego de que en la tarde la Selección de su país fuera eliminada por Francia, Joseph Mount, cantante y guitarrista del grupo inglés, le deseó éxito a la Albiceleste. Y Oscar Cash, tecladista y cofundador, evocó el “¿Qué mirás, bobo?” que le espetó Messi al holandés Weghorst. Y a continuación dedicaron su hit “The look” al equipo de Scaloni. Aunque están girando con flamante disco, Small Word (2022), en este nuevo desembarco porteño el quinteto apeló por un reperorio cargado de éxitos. Eso sirvió para revisitar los diferentes matices de su pop desdoblado, con el que pueden pasar de un italo disco (con espíritu techno) instrumental como “Boy racers” a una canción próxima al Fletwood Mac de los ’80 del calibre de “Everything goes my way”. Si bien hace rato se viene barajando la idea de consagrar a Metronomy en el Luna Park, este show no dejó dudas. A tal punto de que por momentos no se sabía bien si el calor que sofocaba en esa instancia de la noche era climático o corporal, sobre todo durante temas como “The bay”, en los que la banda de transformaba en una aplanadora del baile.
The Magnetic Fields fue otro de los headliners del festival. Mientras que los británicos actuaron en el Music, los estadounidenses lo hicieron en el de al lado: el Wins. Los tablados principales del festival se fueron alternando sin parar desde el inicio de la tarde. El indie y el pop linkean a ambos artistas. Los liderados por Mount se hicieron de la chapa de icono en este siglo, en tanto que los comandados por el cantante y multiinstrumentista Stephin Merritt son leyenda a partir de los ’90.
De eso vinieron a dejar constancia en su primer show en Buenos Aires, donde se les deseaba ver en vivo hacía mucho. A tal instancia de que hubo un grupo que revisó sus canciones en clave argentina, Los Campos Magnéticos, que surgió para hacerle el aguante a la espera. The Magnetic Fields cumplió con las expectativas de su debut de la mano de una lista de temas diseñada no sólo para eruditos del quinteto, sino también para todo aquel que quiera conocer su obra. En apenas una hora, justo en el ocaso de la tarde, desenfundaron una veintena de clásicos que oscilaron entre el buscolismo y la sofisticación. No dejaba de sorprender que con un formato atípico para el origami del rock (constituido por dos guitarras, teclado, ukelele, violonchelo y caja de ritmos) fueran capaces de redimir la tradición del cancionero estadounidense. Y al mismo tiempo construyeron uno de los mejores y más variopintos catálogos musicales propios de los últimos tiempos.
Tras iniciar su recital con “Castles of America”, Merritt recién habló en “Come Back from San Francisco”, pero sólo para introducir el tema. Y esa fue su dinámica oratoria: presentar sus canciones, la mayoría éxitos de la banda. Como el pop electrónico “Biker gang”, el folk gótico «Drive on drive”, el barroco «The Luckiest Guy on the Lower East Side” o la ovacionada “All my Little Words”. Aparte de Merritt, estas antiestrellas de la música (lo dejaron bien en claro en sus atavios, alejados de toda estética glamorosa) tuvieron en la ukelelista Shirley Simms y el guitarrista Anthony Kaczynski sus voces de respaldo.
Por más que muchos de las 10 mil asistentes (según cifras oficiales) no tuvieran en el radar a los de Boston, para Devendra Banhart era un lujo compartir festival con ellos. Y lo manifestó a continuación en su recital en el escenario Music, donde estuvo acompañado por otros cuatro músicos. En este regreso a Buenos Aires, el artista de origen venezolano aprovechó este amplificador de la música indie para dar cuenta de la forma en que maduró su propuesta tanto como las canas que hoy pueblan su barba. Y lo hizo por partida doble, pues el jueves había brindado un sideshow en el C Complejo Art Media. Ahí mismo, al día siguiente, se presentó la banda estadounidense de folk Fleet Foxes, encarando un recital de tonos bíblicos. La triada de eventos paralelos la cerraba The Blaze este domingo. Aunque también se encargó de la clausura en el Club Ciudad. A pesar de que el tándem francés rankeaba como el show electrónico del festival, el que al final se llevó ese título fue Chet Faker. Con su disco Hotel Surrender (2021) como brújula, el músico y productor australiano se ganó la corona de crooner del género, siguiendo los pasos de Jamie Lidell y de Matthew Dear.
Otra de las sorpresas del festival fue la banda psicodélica neoyorquina Crumb, quien actuó en el Music, secundando a los veteranos del dance punk !!! (se dice chk chk chk) y al indie militante de las canadienses Alvvays. Antes de que las filas para comprar comida o bebida se volvieran una constante, al igual que el cruce de sonidos entre escenarios, la delegación argentina dijo presente en el Music Wins. Una vez que Mujer Cebra se subió al Wins, Fonso lo hizo en el Music, lo que abrió el juego para los dos otros escenarios: el Indie y el Folks. En el primero destacaron María Codino, Vinoccio, Odd Mami, Anyi y El Zar. Y en el segundo, ubicado en el ingreso al festival, estuvieron Winona Riders, Melanie Williams, Telescopios, Axel Fiks y Doppel Gangs. Cuando este último se despedía, el público desprendía de las paredes del predio los afiches alusivos al evento, a manera de souvenir. Toda una señal de arraigo y aprecio generacional.
(Página12)
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