Y es por eso que el itinerario de la exhibición va desde la guerra de Malvinas en 1982, y aquella absurda prohibición militar de pasar música en inglés en radios -lo que dio un auge inusitado al fenómeno-, hasta el masivo recital que Soda Stereo dio gratis en la avenida 9 de Julio, en 1991, ante 250 mil personas.“Es una época muy potente, de una gran energía que todos comparten, en una sociedad que recién sale de la dictadura. Hay una efervescencia creativa muy notable, con artistas de estilos muy, muy diversos. Con momentos de mucha alegría y de esperanza, con la democracia inicial y después también un gran desencanto, la crisis económica, los Carapintadas, todo lo que ocurrió en los 80”, explica a Télam Gabriel Di Meglio, director del Museo Histórico.
Pero además, con esta exhibición, el Museo Histórico Nacional propone un volantazo a su tradicional guion curatorial abocado principalmente al siglo XVIII y XIX: por primera vez, el recinto dedicado a albergar el sable que perteneció a San Martín, las pinturas de Cándido López, o el tintero con el que los asambleístas firmaron la declaración de la Independencia, sumará a sus salas -de manera temporal- la historia más reciente, la del siglo XX.La muestra, que permanecerá hasta mayo, se estructura en diversos núcleos temáticos que la organizan: desde los años 82 y 83, que marcan la transición de la dictadura a la democracia y también la separación de Serú Girán; los estilos musicales surgidos entre el 84 y el 91, pop, rock, metal, melódico; la movida del Under y las agrupaciones alternativas; la denominada “fábrica del rock”, que abarca cómo era la industria en ese momento; y el final, dedicada al público.
No es fácil la tarea titánica que se propuso el museo, condensar la música de una década atravesadas por himnos anclados en el inconsciente colectivo como “Mil horas” de Los Abuelos de la Nada, “Pensé que se trataba de cieguitos” de Los Twist, “Tirá para arriba” de Miguel Mateos (ex ZAS), “Cuando pase el temblor” de Soda Stereo, “La rubia tarada” de Sumo, “Uno, dos, ultraviolento” de Los Violadores, “Imágenes paganas” de Virus, “Ji ji ji” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, “Demoliendo hoteles” de Charly García, “11 y 6” de Fito Páez o “Lollipop” de Viuda e Hijas de Roque Enroll.
El itinerario incluye la valija con la ropa y los discos con los que Luca Prodan llegó a la Argentina buscando alejarse de su adicción a la heroína; un traje de los primeros shows de Los Auténticos Decadentes; el arte original de Rocambole para las tapas de los discos de los Redondos y una guitarra emblemática de David Lebón, una de Gustavo Cerati y otra de León Gieco.En los años 80, marcados por el retorno de la democracia, el rock nacional -tal como se lo empieza a denominar desde entonces- obtiene una centralidad que lo convierte en protagonista de la historia cultural de nuestro país. Porque es la música de la democracia y porque cambió para siempre la escena del rock.
El 30 de octubre de 1983 Raúl Alfonsín ganó las elecciones y el 10 de diciembre retornaría formalmente la democracia a la Argentina. En el medio, en noviembre de ese mismo año, Charly García lanza su segundo disco solista post Serú Girán, “Clics modernos”, considerado uno de los álbumes emblema de la época, que incluye uno de sus himnos, “Los dinosaurios” y una clara alusión a la historia reciente: “Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire / Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle / Los amigos del barrio pueden desaparecer / Pero los dinosaurios van a desaparecer”.
Charly dio una mítica presentación, en diciembre del 83, en el estadio Luna Park que incluyó por momentos a él solo, al piano, iluminado solo por un velador, ese velador que se exhibe también como parte de esta muestra.Pero hay mucho más en la exposición, como el blazer negro símil pana, pintado a mano con planetas, estrellas y coloridas constelaciones que otra vez García estrenó en los conciertos de presentación de “Parte de la religión”, el disco de 1987 que incluyó temas como “No voy en tren” o “Buscando un símbolo de paz”. Aquel álbum incluía una colaboración muy especial con Luis Alberto Spinetta, en la canción “Rezo por vos”, escrita por el Flaco.
En su gran mayoría, los 800 objetos que exhibe el museo pertenecen a las familias de los músicos o a los propios músicos, comolas botas con las que Sandra Mihanovich presentó en 1983 «Hagamos el amor» en el teatro Ópera, o el sobretodo negro usado por Diego Frenkel en el videoclip de «El bar de la calle Rodney», clásico de La Portuaria.
Hay una batea repleta de vinilos editados entre 1982 y 1983, época en que las discográficas dan a conocer no menos de 50 nuevos artistas, de sonidos y estéticas diferentes, que conviven bajo una etiqueta muy elástica denominada rock nacional, que incluye pop, rock, blues, rock pesado, canción ciudadana y fusiones con la salsa, la chacarera y el folklore.
El storyboard original del videoclip «No me dejan salir», del archivo de la escenógrafa Renata Schussheim, hasta las indicaciones para imprenta sobre el afiche de calle de promoción del show «Doble vida» de Soda Stereo en Obras, así como el estuche de la guitarra de Gamexane Villafañe, guitarrista de Todos Tus Muertos también conforman el recorrido.
«El rock de los 80 marcó a fuego a quienes lo escucharon entonces pero también a generaciones posteriores», considera Di Meglio, curador junto al historiador Ricardo Watson, de la muestra que reúne además anteojos de Piero, un vestido de Vivi Tellas usado con las Bay Biscuits; un saxo de Los Cadillacs; un teclado de Fito y un piano de Miguel Mateos. No falta el registro fotográfico de la época, de la mano de nombres como Andy Cherniavsky, Alejandro Kuropatwa, Gabriel Rocca, Hilda Lizarazu, Eduardo Martí, Julieta Steinberg y Aspix.
La industria de la época, o la fábrica del rock, como la llaman aquí, incluye una movida satélite nada menor: las revistas de rock de entonces, los fanzines, los programas de televisión como Badía y compañía, la radio Rock and Pop, las discográficas, las productoras. Todo eso está presente también.
El final del recorrido está dedicado a «Su majestad, el público» -en palabras de Di Meglio- «porque eran quienes terminaban definiendo las cosas. Y los que hacen que todo sea posible». Por eso, los visitantes al museo se encontrarán con una ambientación que recrea la habitación de un adolescente de la época, el mundo analógico de entonces, entre afiches, discos, auriculares y revistas.
Es importante tener presente que es una formalidad denominar a la música moderna con el genérico de rock nacional ya que no todo fue rock ni es rock en la actualidad. No le quita calidad ni va en detrimento de los artistas pero muchos de ellos no están ni cerca de haber hecho rock en algún momento.
La muestra «Los 80. El rock en la calle» se puede visitar en el Museo Histórico Nacional (Defensa 1600, San Telmo) hasta el 30 de mayo de miércoles a domingos de 11 a 19.
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