Producto de la pandemia, pasaron casi dos años de la fecha original pautada. Kiss, una conjunción de sabores que deleita desde 1973, ha pisado por última vez el territorio argentino para decir adios a su carrera musical de casi medio siglo. Alguien dijo alguna vez que las bandas perduran cuando lo que hacen es de calidad y es genuino. En el Campo Argentino de Polo en el marco de su «End of the Road World Tour», el último sábado, más de 50.000 personas han sido testigos exclusivos del cierre (argentino) de la carrera artística de Kiss.
Paul Stanley, Gene Simmons, Tommy Thayer y Eric Singer lo hicieron. Lo hicieron de nuevo. Una vez más. Como siempre. Como cada vez que vinieron. Pero esta vez fue diferente porque el componente afectivo estuvo todo el tiempo intercediendo entre el escenario y el público.
Luego del set corto pero efectivo de Arde la Sangre, la banda de Corvalán ex Animal y Carajo, las luces se apagaron y un enorme telón negro con el logo de la banda en plateado cubrió el escenario. Los acordes de «Rock and roll» de Led Zeppelin matizaron la breve espera mientras los músicos ganaban las tablas.
El ocaso cedió ante la nocturnidad y a los más grandes nos caía la ficha no solo del momento histórico que estábamos viviendo sino también del paso del tiempo, y de la vida misma. Ahí arriba estarían los tipos que jamás creímos se retirarían, esos tipos que no creíamos humanos sino de otro planeta, esos tipos a los que nunca pensamos que les conoceríamos los rostros sin maquillaje. Extraña reflexión visto a la distancia. Acá abajo estabamos quienes crecimos con ellos, quienes destrozábamos nuestras neuronas imaginando que algún día los podríamos ver en vivo, quienes con apenas 9 ó 10 años cantábamos sus canciones en un perfecto inglés aún sin saber el significado más que de yes. Cuando fuimos chicos eramos del bando de Kiss o de Queen, de Led Zeppelin o Deep Purple. Paradojas de la vida, Kiss ingresó con un tema de Led Zeppelin.
Muchas veces, ante situación de extrema sensibilidad, se suele decir que la vida pasa por la mente como un flash en el cual se recorre el camino transitado en fracción de segundos. No es mentira lo que se suele decir. Eran otros tiempos, era otro mundo, era otra la historia. Esperábamos cada día caída la tarde el segmento de música pesada del cuarto bloque de Música Total para ver los videos que nos gustaban y ahí gozabamos con «Detroit rock City», «God of thunder», «I was made for lovin’ you» y un largo etc. El goteo de información nos llegaba a través de la revista Kiss Fever y de la histórica Metal. Aún recuerdo como si lo estuviese viviendo, la adrenalina que me generó el inicio del segundo tema de «Animalize» con el grito introductorio de Paul Stanley para rockear de principio a fin en «Heaven’s on fire». ¿Qué fanático del verdadero hard rock no devoró ese cassette como así también «Asylum» del año siguiente?. Si los ’70 fueron los mejores años de Kiss, los ’80 los asentaron cuando se sacaron el maquillaje como golpe de efecto para seguir en la cima. Kiss forma parte de nuestra vida, somos nosotros mismos como extensión del verdadero rocker que siempre anhelamos ser.
Los primeros acordes de «Detroit rock City» comenzaron a sonar mientras caía el telón y ya nada fue igual. Humo y explosiones fulgurantes dieron la pauta de lo que se vendría. Una sucesión de clásicos al ritmo de Hola Buenos Aires de Paul Stanley como muletilla cada bache entre tema y tema, a partir del tercero ya generaban gracia. Esos señores de entre 61 y 72 años no parecían abuelos sino sus nietos ya que no se quedaban quietos y se movían por todo el escenario. El público los vivó todo el tiempo y por momentos Starchild pedía silencio para poder decir algo. ¿Se esperaban explosiones, fuego, humo, papelitos, globos, sangre, plataformas, vestimenta, maquillaje y mucho rock and roll? Hubo mucho, y para todos los gustos.
Los clásicos estuvieron todos. «Shout it out loud», «Deuce» y «War machine» una tras otra sin demasiadas alocuciones, dejaron tiempo para que el inefable Demon hiciera de las suyas a pura gestualidad. Luego, tal vez, la interpretación con mayor solidez: «Heaven’s on fire», con los cuatro músicos encendidos al 100%.
Lo de Gene Simmons en «I love it loud» fue altamente festejado cuando en medio del riff soltó un Macarena. Desde su pensada cara de ogt, el imán que tiene con el público hace que estas ocurrencias que en otro pasarían inadvertidas, en Simmons sean celebradas.
El momento de Tomy Thayer llegó en medio de «Cold gin» con los clásicos disparos y explosiones con su guitarra demostrando que es un músico a la altura del legado de Ace Frehley. Y Eric Singer también hizo lo suyo; se elevaba dándoles sin parar al doble bombo mientras se secaba con la toalla demostrando habilidad y dominio absoluto del instrumento.
Las luces bajaron casi hasta la oscuridad y el ambiente se tiñó de verde al son de los golpes que brotaban del bajo de Gene Simmons como ser de ultratumba que se elevaba vomitando sangre para, finalmente, tomar la espada y escupir fuego dando inicio a «God of thunder».
A esa altura y luego de 17 clásicos consecutivos, comenzaba la despedida, pero faltaba show… Una tirolesa transportó desde el escenario principal a Paul Stanley hasta la base de la plataforma de sonido para «Love gun» y la esperada «I was made for lovin’ you». La arenga de Starchild dio muestras una vez más del magnetismo que posee y la reacción de su público. De vuelta al escenario principal, con una soberbia versión de «Black diamond» dieron por «cerrado» el show.
Luego de un breve lapso de intervalo, un piano en soledad y con un Eric Singer cual Peter Criss a su mando y sus compañeros alrededor, hizo una sentida versión de «Beth», otro clásico del conmovedor «Destroyer». La efectiva «Do you love me?» fue la antesala de un final para el recuerdo eterno. Así es, el cierre que todos estaban esperando, llegó de la mano de la inoxidable «Rock and roll all nite» y toda la parafernalia desatada se volcó sobre el Campo Argentino de Polo: desde el inicio una lluvia de papelitos blancos y rojos cubrieron la atmósfera con fuego, humo y explosiones por doquier. El último acorde en simultáneo con la última explosión y el apagón de luces cerraron la noche. Y la historia de una banda que a lo largo de casi 50 años ha sido la banda más caliente del mundo.
Esta crónica debió ser escrita el sábado ni bien terminó el concierto, a más tardar el domingo, pero preferí dejar que pasen unas horas más para ser más objetivo en el análisis y que la review sea justa con el show. Fallé. Con el correr de las horas, se agiganta lo visto y escuchado el pasado sábado 23 de abril en el Campo Argentino de Polo.
Gracias Paul Stanley, gracias Gene Simmons, gracias Tommy Thayer, gracias Eric Singer, gracias Ace Frehley, gracias Peter Criss, gracias Eric Carr (qepd), gracias Vinnie Vincent, gracias Mark St. John (qepd), gracias Bruce Kulick… Gracias eternas Kiss.
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